lunes, 25 de mayo de 2009

Una visita a Monfragüe










Visité Monfragüe hace años; entonces era un tesoro escondido que guardaban celosamente los pajareros. Recuerdo la vegetación cerrada y el difícil acceso a los avistaderos de aves. Ahora, convertido en parque nacional, no hay peligro de perderse pues todo ha quedado convenientemente señalizado. El parque se extiende de Este a Oeste a lo largo de 30 kilómetros y abarca el entorno de la confluencia de los ríos Tietar y Tajo. El bosque de encinas, junto con un matorral tupido, cubren las laderas de estos ríos; aquí la sierra es más baja y aparecen salpicados algunos peñascos y farallones.


Si se viene desde Plasencia por la autonómica 208 se llega a Villarreal de San Carlos, único pueblo dentro del parque; se trata de algunas casas dispersas y de las construcciones en apariencia rústicas que albergan los centros de interpretación, centro de visitantes y casas rurales surgidas tras la declaración de la zona como parque. La carretera que continúa hasta Trujillo atraviesa el parque de Norte a Sur. Tras pasar el puente del Cardenal, la carretera discurre al lado del río. En este paraje, aparece de pronto una zona más rocosa donde el agua se encaja en la angostura; se trata del Salto del Gitano. De la parte más alta de la muralla de piedra que queda enfrente aparecen a ratos los majestuosos buitres; su planeo pausado y circular detiene el tiempo. Más abajo, escondida en una cueva se ve la esquiva cigüeña negra.


Desde Villarreal de San Carlos sale una vereda que pasa por huertas y otros espacios abiertos hasta llegar después de un buen recorrido a la orilla del Tietar; aquí, en los escarpes de piedra anidan los alimoches. El camino acaba en el mirador de La Tajadilla al lado del pantano de Torrejón; allí un grupo de cormoranes posados en las rocas o sobre las ramas secas extienden sus alas. Al atardecer, ya en San Carlos las golondrinas dáuricas realizaban continuas pasadas sobre el prado. Otros dos caminos completan los tres itinerarios señalados que parten de este pueblo, uno que lleva al Cerro Gemio desde donde se contempla un amplio horizonte sobre un recodo del Tajo y el otro itinerario que recorre la ermita y el castillo.



He tenido curiosidad por conocer los orígenes de los topónimos de la zona (orónimos). Hay en curso una interesante discusión al respecto: a un lado estarían las conjeturas de los lingüistas y al otro las historias más o menos apócrifas del lugar. Monfragüe de acuerdo con la falla del terreno (fracta) significaría monte fracturado (mons fractus); es precisamente en el Salto del Gitano donde el Tajo parte la Sierra de las Corchuelas. El mismo nombre del Salto del Gitano tiene una curiosa historia que cuenta el hijo de un antiguo pastor: "..un calé, perseguido, como no, por la Guardia Civil, de un salto pasó de una peña a otra franqueando así el río Tajo y burlando a sus perseguidores. Ni que decir tiene que humanamente es imposible cruzar tal abismo, se trata de una curiosa leyenda folclórica que debía circular por la zona: la imaginación popular, ante un desfiladero tan angosto (pero en ningún caso superable con un "salto" humano), le asignó ese nombre; por cierto, también en mi familia paterna, y deduzco por tanto que en toda aquella comarca, se ponderaron siempre las cualidades saltatorias de la raza calé: -"Me comí un cocido que no se lo salta un gitano", con lo cual, en la creencia popular, un gitano podía llegar a haber saltado aquella angostura que, no lo olvidemos, antes del embalsamiento del Tajo no sería tan ancha como ahora. No es extraño asignar a estos lugares con nombres de este tipo; no lejos del "Salto del Gitano" (aguas arriba, antes del puente de Almaraz) se encuentra el "Salto del Corzo", otro impresionante portillo donde el Tajo parte por medio otro murallón de cuarcitas y que se llama así porque en la zona se creía que, al bajar el nivel de las aguas del río con el estiaje, un corzo podía pasar de una orilla a otra de un simple salto"

domingo, 24 de mayo de 2009

Gallocanta en otoño




















La laguna de Gallocanta es la Meca de los ornitólogos en España. El hecho insólito de contemplar en un único espacio miles y miles de grullas, bien lo justifica. Gallocanta es el nombre de uno de los pueblos de los márgenes de la laguna. La zona se encuentra al sur de la provincias de Zaragoza y Teruel, cerca de Guadalajara, en las estribaciones del Sistema Ibérico. Desde Madrid se accede por la nacional II y luego por la A-202. Al llegar a la última bifurcación que lleva a Gallocanta, queda a la izquierda otra laguna, la Zaida; la parte de tierra que ocupa esta segunda laguna se cultiva en años alternos y para ello existe un sistema de compuertas que regula la entrada del agua, desvíandola si es el caso hacia la de Gallocanta.

La mejor atalaya para ver la laguna grande de Gallocanta y sus alrededores está en las ruinas del castillo de Berrueco al que se accede a pie desde este mismo pueblo; por detrás queda la Sierra de Valdelacasa que flanquea la laguna por su parte oriental. Desde el castillo se ven los tejados de las casas, la iglesia con su torre octogonal, los pueblos, de Gallocanta a un lado, y al otro, Tornos, Bello y Las Cuerlas; en medio queda mansa la laguna.

Ni los mapas ni las búsquedas previas en Internet mitigan la sensación de sorpresa que produce este mar interior en plena estepa. La vista de las primeras grullas en las tierras de labor, a pocos metros de la carretera, es un anticipo del goce que nos aguarda. Las grullas, enormes y de elegante porte, andan ajenas al interés que suscitan. Al atardecer, se escuchan los sonidos de las bandadas que se acercan a la laguna, más tarde aparecerá la inconfundible formación en uve que se desvanece en los carrizales.



http://www.gallocanta.org/fotos.htm

sábado, 23 de mayo de 2009

Un paseo por la orilla del pantano de Navalcan











































Nada hace presagiar en el destartalado poblachón de Talavera de la Reina que en su proximidad se encuentre la naturaleza más sugerente. El río Alberche se une al Tajo junto a Talavera. Entre esta línea y la linea que traza el río Tietar, más al norte, se encuentra la Sierra de San Vicente como antesala de la Sierra de Gredos. Hacia el oeste se encuentran los pantanos de Navalcan y del Rosarito.


El pantano de Navalcán se encuentra rodeado de encinas y coscoja; para llegar allí se atraviesa una vasta zona de dehesas. Ya en el pantano, se puede pasear por sus orillas y adentrarse en algunos de los bosquecillos e incluso ver correr a un cervato. A la caída de la tarde sobrevuelan bandadas de pájaros y en la cola del pantano pastan juntos caballos y vacas. En una visita anterior pude ver cormoranes.

miércoles, 20 de mayo de 2009

La ruta del Cares en febrero






































Desde León se puede acceder al puerto del Pontón por distintas carreteras en las que ya se presagia el norte. Bajando el puerto se encuentra el pueblo de Posada de Valdeón al pie de los Picos de Europa, entre los macizos Central y Occidental; desde el pueblo se divisan claras las impresionantes cumbres nevadas recortadas en el cielo. Más al norte se encuentra Caín, una barriada que al igual que Posada ha ido perdiendo la idiosincrasia de sus antiguas casas de montaña.


La llamada "ruta del Cares" empieza precisamente en Caín si se aborda desde el sur. Se deja atrás la última casa, ya a pie, y pronto nos encontramos en una represa del río en la que se aprecian las escalas de artesas para que los peces puedan remontar la corriente. El río ha labrado una honda brecha en la montaña que separa los macizos Central y Occidental. Se sortea la estrechez del valle a esa altura a través de un pasadizo excavado en la roca y se percibe el vértigo y la grandeza de la ruta que empieza. Mas adelante, dos puentes, que nos llevan de uno a otro lado del río, contribuirán al disfrute del sobrecogedor paisaje. Pasado este trecho el camino discurre al descubierto. Pronto el nivel que guarda la senda nos aleja del agua que discurre abajo y lejana. La senda, a media ladera, sigue el curso fluvial hasta Poncebos. La ruta no tiene mayores dificultades si se recorre en un único sentido; se hace más dura si hay que volver en el día. El valle angosto al principio, se abre conforme se llega a Poncebos. En paralelo está el canal: a tramos al descubierto, y en otros, se adentra y desaparece en la montaña -el agua fría que se toca, discurre mansa por la acequia-; se trata de una construcción de principios del pasado siglo y que sirve para mover una central eléctrica. La obra de ingeniería, construida en estos parajes y en aquella época, se antoja colosal.


Ya en Poncebos, el ascenso a Bulnes en el funicular que atraviesa la montaña completa la excursión. Desde Bulnes se divisan los picos y las crestas más importantes aunque no el más famoso, el Naranjo; hay que salir del pueblo para divisar su silueta inconfundible. Aquí uno se siente en lo más alto y se está mas cerca de las rutas míticas de alta montaña que parten de estos prados.






























martes, 19 de mayo de 2009

Cabañeros en marzo










El Parque Nacional de Cabañeros en pleno corazón de los Montes de Toledo se presenta espléndido en primavera. Desde Madrid se accede por la comarcal 403 y por un desvío se llega al borde de los límites actuales del parque, Navas de Estena. Más al sur, en Retuerta del Bullaque, se encuentra la entrada al parque por carretera. Se atraviesa de norte a sur y las sierras se aparecen más cercanas; hacia abajo, se ven las rañas con su aspecto adehesado. Se llega así a Horcajo de los Montes. Aunque el nombre compuesto de los pueblos nos resulte evocador y sugestivo, es poco lo que queda de su antiguo aire serrano. Nada queda visible de su actividad ancestral y sí de los todoterreno de la guardería del parque como signo de los nuevos tiempos.



En Horcajo un paseo hacía el oeste por el sendero que sigue el cauce del arroyo del Rubial lleva a un merendero y después a un bonito paraje presidido por una cascada. El bosque mediterraneo se disfruta en todo su esplendor; las distintas variedades de la jara jalonan la senda y de lejos se ven las encinas y los quejigos.


De vuelta por Anchuras y Sevilleja de la Jara aparecen en las laderas los canchales como ríos de piedra que bajan de las sierras.

domingo, 17 de mayo de 2009

El hayedo de Munilla





















Uno cree que el mundo se acaba en Munilla, pero no es así. Se puede ir más allá y llegar a Zarzosa; e incluso se puede llegar hasta San Vicente. Aunque para una experiencia ascética, nada como un paseo por los caminos solitarios que recorren el enigmático y majestuoso hayedo de Santiago (Monte Real). Tras coger una trocha a la izquierda de la pista, un poco más allá de la Ermita, y tras sortear la valla de alambre que impide el paso del ganado, se tiene la impresión de que la vegetación se espesa. El camino discurre al principio siguiendo el curso de un riachuelo; a ambos lados aparece la retama, el espino albar y la rosa canina. Los árboles en esa parte baja del monte son muy diversos, desde fresnos hasta chopos y olmos. Conforme se asciende van apareciendo las hayas hasta constituir un decorado envolvente y único. Su corteza fina les confiere un aire carnoso y elegante. Los ejemplares viejos, se antojan fantasmales y amenazantes con sus troncos retorcidos y sus nudos; sobre estos troncos se elevan firmes hacia el cielo sus enormes ramas. Las recientes hojas verdes de los árboles apenas dejan pasar la luz. Se avanza por la sombra en un camino zigzageante que al final alcanza la pista; en la cima se abre el bosque y desde el puerto se ven a lo lejos los pueblos del Cameros Viejo.

El balcón de la casa de Munilla ha resultado ser un magnifico observatorio para ver el trasiego de los pájaros a la caída de la tarde. He montado rápido el catalejo: unos aviones hacían su nido; una golondrina entre vuelo y vuelo se posaba en el cable del teléfono o en la barra de un tendedero; un grupo de estorninos en el tejado hacía tiempo para meterse en sus nidos debajo de las tejas.

La pista a San Vicente asciende por el monte pelado. Por todas partes las laderas muestran los antiguos bancales. El color amarillo de la flor de las aulagas aparece salpicando el paisaje. Al lado del camino, sobre una piedra, apareció una collalba.

jueves, 14 de mayo de 2009

Un paseo por la Esgueva (mayo, 2009)

Hacía tiempo que no cogía la bicicleta. Aprovecho un día de fiesta y recorro el sendero verde de la Esgueva. El sendero arranca desde las afueras de Valladolid, pasa por Renedo, Castronuevo y acaba en Villarmentero. Al principio está el nuevo centro de interpretación cuyo exceso de madera evoca arquitecturas de otras latitudes; cerrado por "avería técnica" (sic). Se atraviesan puentes de piedra, el canal del Duero y al menos un antiguo molino convertido en "casa rural". El rio está jalonado por olmos y chopos, y algún que otro almendro de gran porte; han plantado más almendros a lo largo del sendero. En el cauce hay juncos y carrizos.

El camino es llano y resulta agradable el paseo en una mañana en que todavía no hace calor. Se oyen los trinos de los pájaros. El canto del cuco. Las lavanderas boyeras se ven por todo el camino.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Sierra de las Villuercas (mayo, 2009)





















La incursión a la sierra de las Villuercas resultó una sorpresa. Se trataba de explorar una zona entre Cabañeros y Monfragüe, que suponía unas estribaciones más occidentales de los Montes de Toledo. La sierra se apareció espléndida; y en medio de todo, el enclave de Cañamero. Todos estos parajes se encuentran al sur del Tajo y forman un continuo que comienza en la Crestería de Consuegra y acaba en Cáceres.

La carretera 502 desde Talavera de la Reina te adentra en estos parajes. Más allá de Belvis de la Jara se toma la 411 que lleva hasta Guadalupe. El Monasterio se impone en lo más alto al resto del pueblo. El claustro y el refectorio parecen lo más notable aunque este último está dedicado a museo de casullas; las casullas están reñidas con la belleza elemental de esta gran estancia.

Desde Cañamero, y en dirección a Berzocana por una carretera angosta, más al norte, el paisaje se cierra y deja ver un bosque mediterraneo muy particular. En esta parte son muy abundantes los alcornoques y los robles. Soberbios ejemplares de alcornoques exhiben sus troncos desnudos. El matorral que abunda es sobre todo jara y retama; se ve menos romero que en Cabañeros. En los márgenes de un río crecían algunas matas de dedalera. Por una desviación de esta carretera se accede al pantano Cancho del Fresno, antes de llegar está el centro de interpretación (se ve terminado pero sin abrir).

De vuelta a Talavera, cerca de Oropesa, varias parejas de aviones se afanaban haciendo sus nidos en una pared de un bar de carretera. Lo hacían a baja altura; parecían inmutables a la presencia humana.