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La llamada "ruta del Cares" empieza precisamente en Caín si se aborda desde el sur. Se deja atrás la última casa, ya a pie, y pronto nos encontramos en una represa del río en la que se aprecian las escalas de artesas para que los peces puedan remontar la corriente. El río ha labrado una honda brecha en la montaña que separa los macizos Central y Occidental. Se sortea la estrechez del valle a esa altura a través de un pasadizo excavado en la roca y se percibe el vértigo y la grandeza de la ruta que empieza. Mas adelante, dos puentes, que nos llevan de uno a otro lado del río, contribuirán al disfrute del sobrecogedor paisaje. Pasado este trecho el camino discurre al descubierto. Pronto el nivel que guarda la senda nos aleja del agua que discurre abajo y lejana. La senda, a media ladera, sigue el curso fluvial hasta Poncebos. La ruta no tiene mayores dificultades si se recorre en un único sentido; se hace más dura si hay que volver en el día. El valle angosto al principio, se abre conforme se llega a Poncebos. En paralelo está el canal: a tramos al descubierto, y en otros, se adentra y desaparece en la montaña -el agua fría que se toca, discurre mansa por la acequia-; se trata de una construcción de principios del pasado siglo y que sirve para mover una central eléctrica. La obra de ingeniería, construida en estos parajes y en aquella época, se antoja colosal.
De vuelta a Talavera, cerca de Oropesa, varias parejas de aviones se afanaban haciendo sus nidos en una pared de un bar de carretera. Lo hacían a baja altura; parecían inmutables a la presencia humana.